Relato a medias...en rojo mi parte...gracias Silvia.
Hace unos días decidimos cenar juntos, en familia. Él con la suya y yo con la mía. Disfrutamos de la velada, nerviosos, compartiendo sonrisas cómplices de algo a lo que todos los presentes eran ajenos. Temía mirarle, temía que alguien se diera cuenta de mis sentimientos, temía ruborizarme o que mis ojos o mis manos descubrieran sentimientos tan profundos y tan intensos para mí…aproveché una de sus escapadas al baño para seguirle. Los aseos tenían una antesala común que compartían hombres y mujeres. Desde esa antesala, cuya única decoración era un lavabo y un espejo, se accedía a los aseos individuales. Crucé los dedos por el camino para que no hubiera nadie. Al llegar, ambas puertas estaban cerradas así que esperé mirándome al espejo, nerviosa, sin tener muy claro qué es lo que iba a hacer. Se abrió primero la puerta de mujeres y él salía de allí, terminando de abrocharse los vaqueros. Al verme una sonrisa se dibujó en sus labios. Yo, sin pensarlo, le empujé hacia dentro y cerré la puerta detrás de mi. Él, sorprendido, me miró cómplice. Empecé a besarle mientras mi mano izquierda, temblorosa, empezaba a desabrochar su pantalón. Él recorría mi espalda y se detenía en mis nalgas, buscando la parte baja de mi falda. No tardó en encontrarla y levantarla para perderse por debajo de ella. No podíamos hacer ruido… ¡estábamos en el aseo de mujeres de un restaurante con nuestras familias esperando fuera!
Pero cuando podrías alimentarte únicamente de sus besos y ninguna bebida del mundo puede quitarte el sabor de su piel de tu boca, no hay lugar para los remordimientos o el sentido común. El universo se ha parado y ya ni siquiera oigo el rumor de las voces de la gente, los pasos apresurados de los camareros o el tintinear de las copas en los brindis....solo se oyen nuestras respiraciones, acompasadas al ritmo que marca nuestro deseo, su mano recorriendo mi espalda, la piel erizándose mientras su boca desciende cada vez mas...su lengua penetrándome mientras yo apenas me puedo tener en pie y el deseo de tenerle dentro casi me hace perder el sentido...
Apenas unos segundos después me he abandonado al placer... Mi camisa de cuadros rojos y blancos está desabrochada, mi falda blanca se ha colocado sabiamente en mi cintura dejando paso a todo lo que él quiera hacer de mí. Me abandono... le pido que me haga suya... Apenas puedo incorporarme para bajar sus pantalones y acariciar todo ese miembro hoy mío, sólo mío. Le siento sobre el retrete y me siento sobre él, de espaldas, para que me acaricie el clítoris mientras me penetra. Sus manos recorren mis pechos hasta descender por mi obligo. El sudor empieza a recorrer mi espalda que él besa y muerde al mismo tiempo. El sonido se desvanece... nuestros cuerpos encajan... apenas podremos reprimir los gemidos...
Me doy la vuelta sin dejar que salga de mí, necesito besarle, necesito abandonarme al placer de su lengua. Sus besos saben a sal, a vino, saben a amor y me fundo con él. No puedo evitar gemir mientras me besa lentamente, acompasando su lengua al movimiento de sus caderas, cada vez mas rápido, cada vez mas intenso, cada vez mas profundo...no puedo evitar separarme de su boca para emitir un aullido de placer intenso, le siento tan dentro de mí que me parece que ya no hay separación entre su piel y la mía. Y mi espalda se arquea mientras un increíble orgasmo sacude mi cuerpo y noto como me mira, porque sé que le excita verme disfrutar, es consciente del efecto que causa en mi y sus ojos se oscurecen por el placer que eso le provoca.
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